La historia resultará indudablemente familiar, pues deben ser pocos los hogares en los que no haya entrado, en uno u otro momento, El flautista de Hamelin.
Pero la primera incursión de George Benjamin en el universo operístico va mucho más allá del mero ejercicio de componer música para una fábula inocente.
A través de una partitura brillante y estremecedora, Into the Little Hill ofrece una metáfora sobre la fragilidad de las estructuras políticas y sociales en las que estamos inmersos. En ella, un líder político que aspira a ser reelegido se compromete a sacar del país a todas las ratas, a pesar de ser plenamente consciente de que no provocan daño alguno. Sin embargo, llevar a cabo el plan no resultará tan sencillo como se había dado a entender durante la campaña electoral.
Dos voces femeninas son las encargadas de narrar e interpretar a todos los personajes de una historia de acuciante relevancia.
Plagada de sutilezas, Into the Little Hill revela, a poco que se quiera ver, uno de los dramas más desoladores que continúa sin resolverse en el siglo XXI.