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SILENCIO QUE DESGARRA

  • Entre el 17 y el 28 de marzo el Teatro Real ofrecerá seis funciones de una nueva producción, con dirección de escena de Christof Loy, que une dos óperas para soprano y orquesta –La voz humana, de Francis Poulenc, y La espera, de Arnold Schönberg– y un monólogo teatral creado expresamente para la ocasión. 
  • La voz humana (La voix humaine), será protagonizada por Ermonela Jaho y La espera (Erwartung), por Malin Byström. Como nexo entre ambas obras, Rossy de Palma estrenará el monólogo Silencio, creado junto a Christof Loy y con textos de Oscar Wilde, Bertolt Brecht y de la propia actriz.
  • La dirección musical será de Jérémie Rhorer, que volverá a dirigir la Orquesta Titular del Teatro Real casi 20 años después de su debut en el Real, en 2005, cuando se alternó con Marc Minkowski en las funciones de La flauta mágica, con puesta en escena de La Fura dels Baus. 
  • El Teatro Real vuelve a homenajear a Schönberg, en el 150 aniversario de su nacimiento, con el estreno  de La espera y los conciertos que tendrán lugar en la Biblioteca Nacional y en el Museo Thyssen-Bornemisza a cargo del Cuarteto Meta4, que interpretará el Cuarteto nº2, Op. 10.
  • La voz humana, Silencio y La espera serán grabadas para su emisión en MyOperaPlayer. Radio Clásica, de RNE, también registrará la ópera para su retransmisión posterior.
  • En torno a esta nueva producción se han organizado actividades paralelas en el Teatro Real, Círculo de Bellas Artes, Museo Thyssen-Bornemisza y Biblioteca Nacional.

Las funciones de La voz humana, Silencio y La espera cuentan con el patrocinio de Telefónica.

Madrid, 11 de marzo de 2024. ─ Entre el 17 y el 28 de marzo el Teatro Real ofrecerá seis funciones de una nueva producción, con dirección de escena de Christof Loy, que enlaza dos óperas para soprano y orquesta –La voz humana (con libreto de Jean Cocteau y música de Francis Poulenc) y La espera (con libreto de Marie Pappenheim y música de Arnold Schönberg)– y un monólogo teatral, Silencio, creado expresamente para la ocasión por Rossy de Palma y Christof Loy.

Casi cincuenta años median entre la composición de La espera (1909), de Arnold Schönberg (1874-1951), y La voz humana (1958), de Francis Poulenc (1899-1963), dos obras protagonizadas por mujeres desquiciadas por el dolor punzante de una separación, el desamor, los celos y el miedo a la soledad… y al silencio.

En la nueva producción del Teatro Real las dos óperas se sucederán en orden inverso al de su creación: primero la tragédie lyrique de Poulenc y después el monodrame de Schönberg, ya que el director de escena Christof Loy propone un viaje del realismo de la primera al expresionismo de la segunda, situando ambos dramas en el mismo inmenso espacio doméstico hogareño, lo que refuerza la percepción de sus distintos lenguajes musicales y dramatúrgicos, articulados por el dolor corrosivo e inconsolable de una ruptura amorosa.

Desde su estreno en la Comédie Française en 1930, La voz humana, de Jean Cocteau (1889-1963), ha sido interpretada por grandes actrices, tanto en el teatro como en el cine, donde fue dirigida por Roberto Rossellini (con Ana Magnani), Ted Kotcheff (con Ingrid Bergman), Carlo Ponti (con Sofia Loren) o Pedro Almodóvar (con Tilda Swinton), entre otros. Pero fue sin duda la ópera de Poulenc la que mejor logró expresar el vertiginoso caleidoscopio de emociones que experimenta la protagonista en la última conversación telefónica que mantiene con su expareja, que se casará al día siguiente con otra mujer.

La música de Francis Poulenc logra acompañar, con una orquestación refinada y casi camerística, a la protagonista –y también a su silente interlocutor– en su intento desesperado por atar a su amante con el hilo que les unió –ahora débil como la línea telefónica llena de interferencias, interrupciones y silencios que los conecta– fingiendo, confesándose, recordando, divagando, chantajeando, seduciendo, gritando, llorando, con las frases entrecortadas con las que se va desnudando en su deriva hacia la muerte.

Si en La voz humana la protagonista mantiene la conexión con la realidad, pese al efecto turbador de las pastillas y a su angustia extrema, en La espera, la mujer abandonada pierde la razón en la tormentosa búsqueda del amor que la traicionó, hasta encontrar su cuerpo muerto. Su discurso confuso, entrecortado y delirante evoca ya un estado patológico, con ráfagas de locura y la emergencia de estados del consciente y del subconsciente en sintonía con las tendencias científicas, intelectuales y artísticas de la Viena de Sigmund Freud y Josef Breuer, tan cercanos a Arnold Schönberg.

De hecho, el libreto de Marie Pappenheim (1882-1966), entonces una joven poeta y brillante estudiante de medicina -más tarde feminista y autora de una de las primeras publicaciones en defensa del aborto-, parece inspirarse en los casos clínicos de enfermedades mentales, que transformó en materia literaria. Su libreto, escrito en tres semanas, fue transformado en música por Arnold Schönberg, judío como ella, en apenas 17 días. Esta brevedad y emergencia en la creación de la obra puede haber beneficiado la intención del compositor, que buscaba una música fluida, atemática, atonal, libre de corsés formales y con un único y débil apoyo polifónico orquestal, que parece marcar el tiempo de acuerdo con su intención de “representar a cámara lenta todo lo que sucede durante un único segundo, estirándolo hasta media hora”.

La voz humana será protagonizada por Ermonela Jaho y La espera, por Malin Byström, ambas grandísimas cantantes que debutarán en sus exigentes papeles.

Como nexo entre ambas óperas, Rossy de Palma -que participa también en La voz humana- estrenará e interpretará el monólogo Silencio, con textos de Oscar Wilde, Bertolt Brecht y también suyos. 

La dirección musical será de Jérémie Rhorer, que vuelve a dirigir a la Orquesta Titular del Teatro Real en dos partituras en las que la orquesta viaja a lo más profundo del alma y a nuestras emociones más extremas.

La producción, concebida por Christof Loy -que también firma la escenografía, junto a Guadalupe Holguera-cuenta con el vestuario de Barbara Drosihn, la iluminación de Fabrice Kebour y la entrega absoluta de tres grandes intérpretes sobre las que cae la fuerza avasalladora de estas obras que expresan, desde estéticas muy dispares, el terrible miedo al abandono, al vacío y al silencio.