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El Teatro Real comienza su 17ª temporada con "Il barbiere di Siviglia"

La ópera de Gioachino Rossini inaugurará la nueva temporada del coliseo con diez funciones entre el 14 y el 26 de septiembre en una producción dirigida por Emilio Sagi que se estrenó en el Real en 2005.

El Teatro Real comienza su nueva temporada presentando, entre los días 14 y 26 de septiembre, 10 funciones de la obra maestra de Gioachino Rossini (1792-1868) El barbero de Sevilla, en la divertida, ágil e ingeniosa producción dirigida por Emilio Sagi y estrenada, con gran éxito, en 2005 (con Juan Diego Flórez como protagonista). Desde entonces la ópera triunfó en el Théâtre du Châtelet de París, Teatro São Carlos de Lisboa, Bauluarte de Pamplona y Ópera de Los Angeles, en donde volverá a subir a escena en 2015. Su grabación audiovisual fue retransmitida en los más prestigiosos canales de televisión de todo el mundo y el DVD de la producción, realizado con DECCA, sigue compitiendo en el mercado discográfico internacional.
Para esta reposición da la producción original de 2005 se ha elegido un doble reparto en el que figuran reputados intérpretes rossinianos, que unen a su cualidad vocal la agilidad teatral que exige el dinamismo de la dirección escénica. Entre los 14 solistas que se alternarán en las 10 representaciones destacan Dmitry Korchak y Edgardo Rocha (El conde de Almaviva), Bruno De Simone y José Fardilha (Bartolo), Serena Malfi y Ana Durlovski (Rosina), Mario Cassi y Levente Molnár (Figaro), Dmitry Ulyanov y Carlo Lepore (Basilio), Isaac Galán (Fiorello) y Susana Cordón (Berta), siendo ésta última la única cantante que participó en el estreno de la producción, en enero de 2005. 
El director checo Tomas Hanus, que debuta en el Teatro Real, estará al frente del doble reparto, de la Orquesta Titular del Teatro Real (Orquesta Sinfónica de Madrid) y del Coro Titular del Teatro Real (Coro Intermezzo), que se incorporó a los ensayos después del triunfo cosechado, una vez más, con el espectáculo C(h)oeurs, en esta ocasión en el Teatro de La Monnaie, en Bruselas, donde ofreció siete funciones, entre los días 31 de agosto y 7 de septiembre).
En esta producción, concebida como una ingeniosa “folie organisée”, todo se mueve, nada es seguro, incluyendo el decorado, que se forma y transforma permanentemente delante del público, dando cobijo a las diferentes escenas de la ópera.
La alegría, “el salero” y el carácter extrovertido de los sevillanos es evocado a lo largo de toda la obra a través de un minucioso trabajo dramático desarrollado por los protagonistas, el coro y los actores-bailarines que participan en la ópera, tratada como una inmensa coreografía en la que danzan también el decorado y el atrezzo.
Aunque la época de la trama no esté reflejada de manera explícita, toda la escenografía remite al siglo XVIII, evocando sobre todo ese momento de inestabilidad en el que el oscurantismo del Ancien Régime da paso a la Ilustración, asomando ya el germen de la revolución burguesa que más tarde aflorará.
En este sentido, el color y la iluminación se convierten en elementos dramáticos, más que escenográficos: el espectáculo está todo él concebido en blanco y negro, y sólo las apariciones de Rosina, con su rebeldía y ganas de vivir, introducen en la escena una nota de color, que borran inmediatamente los criados de Bartolo. Finalmente, en “la tempesta” una lluvia multicolor, rompe la bicromía de la escena dando paso a una progresiva emergencia de los colores a medida que se desencadena el final de la trama.
La vitalidad, el bullicio  y la espontaneidad de las “gentes de la calle” andaluzas, con sus sevillanas y su gestualidad de inspiración flamenca, son fundamentales en el diseño coreográfico de la ópera, llena de sorpresas, ironía y guiños cómplices al espectador.