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Robert Wilson habla en exclusiva para el Real de su trabajo con Abramovic

El director de escena americano detalla en esta entrevista cómo se gestó 'The Life and Death of Marina Abramovic' y cómo entiende esta original producción llena de nombres famosos.

¿Qué significa la luz para usted?
La luz es el espacio, es lo que lo crea. Sin ella el espacio no existe.
Abramovic,  Wilson, Dafoe, Antony: un cuarteto único. ¿Cómo arrancó este proyecto?
Marina fue la que me lo propuso. Nos conocíamos desde finales de los 60, pero fue a comienzos de los 70 cuando nos volvimos a encontrar. Cada vez que nos veíamos me pedía que trabajara con ella en alguno de sus proyectos, pero yo no me decidía del todo. Tiempo más tarde, ella expuso El arte contra la ilusión en el Whitney Museum of American Art, un montaje que trataba sobre lo que fueron los 60.  Yo, por entonces, estaba en un grupo de Manhattan con el que hacíamos espectáculos ateatrales en calles, fábricas, aparcamientos, paseos, iglesias… Su visión y la mía eran diferentes. Cuando nos encontrábamos, Marina estaba interesada en meterme en un mundo artificial, que nada tenía que ver con el naturalismo que yo practicaba. Años después, cuando me presentó este proyecto le repuse que lo haría a mí manera, lejos de su concepción del trabajo. La manera de hablar sería diferente, la luz no sería natural, el cuerpo iría maquillado y pintado de forma artificial, igual que el rostro, los ojos, el pelo… Mi idea estaba pensada para verse sobre el escenario, no para reflejar lo mismo que se podría ver en la calle. A Marina le gustó la idea y, como es arriesgada e innovadora,  nos lanzamos juntos. Para mí es maravilloso trabajar con una artista como ella.
Por lo que he leído, usted ha trabajado con material sobre su vida: fotos, cartas, diarios… ¿Se trata de su interpretación sobre ella o Marina Abramovic ha participado activamente en la historia?
Ella me dio material  y un eje vertebrador para escenificarlo. Luego yo lo estructure en términos de tiempo y espacio, seleccionando también parte de la música y de la danza. No pretendo poner sobre el escenario su vida como si se tratara de una biografía. Lo que intento es presentar su historia sin interpretaciones. Hablar de su madre, su país, su familia, lo que le ocurrió… pero de un modo poético.
The Life and Death no solo recoge la vida de Marina, también trata de su arte.
Lo que quiero es mostrar una historia para que el público la vea, para que la escuche. No es asunto del director interpretar nada, esa responsabilidad recae sobre otros.  Aunque aporto mi propia visión, lo hago con la mente abierta, sin prejuicios, trabajando con el tiempo y el espacio, pero a la vez teniendo en cuenta los elementos, los materiales que conforman la historia. No es un simple proceso narrativo. Ya le digo: es una construcción hecha de tiempo y espacio. Es una construcción formal que toma en consideración los materiales también. No es un proceso narrativo, sino que se desenvuelve en el espacio y el tiempo.  Por tanto se construye de un modo diferente: lo estático y el movimiento, lo silencioso y lo ruidoso… se trata de decisiones que hay que ir tomando.
La colaboración entre 1975 y 1988 con el artista alemán Ulay –que fue también la pareja sentimental de Marina– se menciona de pasada pero no forma parte de lo que ocurre en la escena.
Ulay es  muy importante para Marina. Ella me dijo, cuando leyó el texto en el que se cuenta cómo se encontraron en la muralla china, que no podría decirlo sin llorar. Por eso, y aún sabiendo que fue uno de los episodios más trágicos de su vida, le propuse hacerlo como si se tratara de una comedia. Era mostrar exactamente lo contrario del hecho, para verlo en su exacta dimensión. Es como si sobre un cuadrado negro pongo otro cuadrado negro (lo dibuja sobre un papel en blanco). El resultado es un color mucho más negro, pero que en contraste con el blanco que lo rodea, se ilumina.
Willem Dafoe es el narrador, la voz de Marina. ¿Por qué él? ¿Por qué un hombre y no una mujer?
Que sea hombre o mujer no creo que sea importante. En el teatro antiguo, los hombres representaban los papeles de mujer… Para mí un hombre puede hacer de mujer, y una mujer de hombre. Por ejemplo, así como Angela Winkler con sus 66 años puede hacer de la joven Lulú, Carlos Soto puede interpretar a Marina de joven. El caso de Willem Dafoe es parecido: tras el maquillaje esconde muchos personajes y es capaz de representar igualmente hombres o mujeres, de mostrarse aterrador y tierno al mismo tiempo. Hay muchas personas en él. Baila bien, puede cantar, es muy polifacético.
¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con Antony, el  músico de Antony and the Johnsons?
Increíble. Su presencia en el escenario es rotunda, pero su voz es tan dulce… Su texto es muy duro, muy frío, pero ello lo transformó de tal forma que el resultado es que estás viendo un ángel. Las palabras que dice, aunque son fuertes y frías, terminan por convertirse en suaves y ardientes gracias a la voz de Antony. Cuando le escuchas, descubres el tremendo poder que tiene la voz.
La ópera como género requiere el desarrollo de nuevos caminos que la abran al futuro. ¿Es lo que pretende esta producción?
No lo sé. Yo solo hago lo que me gusta y ya está.
En qué medida un artista como usted está en contacto con la realidad de la crisis de este momento?
Creo que el arte es algo que puede unir a las personas. La política y la religión dividen, pero el arte une. El ser humano necesita estar unido y puede conseguirlo a través del arte. Por esta razón el teatro es ahora más necesario que nunca, porque es una forma de escuchar voces de renovación en un momento de tantos enfrentamientos.
Ruth Zauner